De huelga a checa
El éxito de toda huelga está en entender que, junto al derecho de hacerla, está también el de no hacerla. Esa es la verdadera democracia, el de hacer cada uno lo que le plazca: trabajar o no, parar o no, sea quien lo decida mujer o no.
Pero para algunos sectores esto no tenía nada que ver con la igualdad de la mujer, que debería ser el único motivo limpio y cristalino que sacó a mucha gente a la calle. Era, para unos cuantos, una nueva forma de tratar de imponerse sobre los demás. La historia cíclica de lo nuestro. Olvidar que la libertad de uno acaba donde empieza la del siguiente.
El miércoles por la noche, en Valladolid, un grupo de críos quisieron jugar a ser comisarios políticos armados con banderas de la CNT. Fueron por algunos bares de la zona exigiendo echar el cierre y en el que estaba yo el camarero se negó. Dijo que compartía los motivos de la huelga, pero que no iba a cerrar. Todos los insultos le cayeron a voces, en cascada y de manual: «Esquirol, alienado y capitalista». Cuando se marchaba pararon como si se les hubiera olvidado algo y le tildaron de «machista». Después le tintaron los cristales de morado con espray. Pero eran críos, ya digo, jugando al vandalismo.
El verdadero éxito es visibilizar el problema, la huelga era un formato viciado. El verdadero éxito habría sido la tolerancia de hacer huelga o no. La sororidad no era esto de señalar. Pero como en todas las grandes causas, les hay que quieren ser más que los demás.
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